sábado, 22 de marzo de 2014

Cap. 2 - Presa del tiempo.

El sol no brillaba, el sol ardía llameante en un cielo despejado, solo azul. La fina arena de aquel desierto, si no quemaba, ardía, por lo que Adam decidió sumergir sus pies descalzos bajó ella, allí encontró la frescura aliviante que buscaba. Iba vestido únicamente con una especie de largo camisón blanco de algodón que se le pegaba en la espalda a causa del sudor. Adam cerró los ojos y se dejó seducir por la frescura de sus pies enterrados. Respiró. Fué notando como aquella sensación levemente fría subía lentamente por su piernas, llegando a sus rodillas, asimismo a sus caderas, era como entrar en la calidez del hogar un día de ventisca, o sentir el frío de un refresco bajar por la garganta y extenderse por el pecho en cualquier día de agosto. Abrió los ojos y bajó la mirada en busca de sus piernas, pero no, solo arena que le llegaba por el pecho, se estaba hundiendo en medio del desierto, sus brazos estaban bajo el suelo también y no podía forcejear para salir, por mucho que lo intentó. Se limitó a cerrar sus celestes ojos y a acompañarlos con lágrimas. Cuando terminó de sellar sus párpados no encontró oscuridad, sino se encontró a sí mismo, se veía desde fuera de su cuerpo, estaba sumergiendose en la arena, pero no en la de un desierto, en la de un jigante reloj de arena que estaba dejando caer los granos a el contenedor inferior, y él estaba callendo también. Estaba siendo presa de un reloj, estaba siendo presa del tiempo.
El estruendoso despertador hizo que saliera de quella pesadilla. Estaba sudando, en pleno invierno neoyorquino, por culpa de ese estúpido sueño. Miró su móvil, que no paraba de vibrar, tenía un par de mensajes de compañeros del cabaret, Mellanie y Denís que le deseaban suerte para su reunión. A Adam se le había olvidado que ese día tenía una cita con Darren Morrison, un editor que trabajaba para la Booklyn, una editorial famosa en Nueva York. Adam le había mandado la sinopsis y los dos primeros capitulos de "Todos los artistas del mundo", una novela que tenía pensada desde hacía un año, trataba de un tipo que por diferentes circunstancias podía meterse en el cuerpo de cualquier artista, y experimentar sus vivencias, tenía la esperanza de poder publicarla en la Booklyn. Adam se duchó y, después de vestirse y con la ayuda de su "don", hizo volar los ingredientes necesarios para hacerse unas tostadas francesas. Salió de su piso, se había puesto un largo abrigo de color crema, y unos vaqueros negros, sencillo pero formal.
Cuando salió del metro vió como nevaba sobre el barrio de Brooklyn, tras algunas preguntas y desorientaciones encontró la oficina de Booklyn, era un edificio no muy alto, de unos tres o cuatro pisos.
En el interior había una amplia recepción, con bastante gente que entraba y salía del edificio, también se podía oler un suave aroma a café, sobre un mostrador, un letrero en el que ponía "Información" y tras el mismo mostrador, una chica con unas finas gafas y un moño tecleaba rápido frente un ordenador, Adam se acercó a ella.
-¿Le puedo ayudar en algo?- dijo la joven.
-Busco a Darren Morrison, tengo una reunión con él- le respondió Adam. La mujer marcó un numero en el teléfono y comunicó a alguien la visita de Adam.
-En el segundo piso, al final del pasillo de la derecha- dijo y se limitó a seguir tecleando.
Adam subió por el ascensor a la segunda planta, se dividía en dos largos pasillos, al final del derecho se encontraba, en una pequeña chapa metálica junto a una puerta, el nombre de Darren Morrison. Adam llamó y escuchó un "Adelante" que provenía del interior, cuando entró observó la estancia, un gran despacho lleno de estanterías con libros, un escritorio robusto en el fondo, con sus respectivos papeles, telefono y ordenador. También una mesita de cristal rodeada por dos sillones blancos, en uno de ellos, un hombre de unos treinta y cinco años, moreno, trajeado, cruzado de piernas y fumandose un cigarrillo.
-Pasa- dijo con suma aridez. Mientras Adam se dirigía hacía el sillón contiguo al de Morrison este le miraba analizandole de arriba a abajo.
-Hola, soy Adam Jensen, encantado- saludó sentadose y estrechandole la mano a Darren, este último la miró sin más, observó la uña negra, y no le dió respuesta. "Que tío más desagradable" pensó Adam, le puso mala cara.
-Tienes talento, pero no sé si el suficiente para esta editorial- dijo tras una calada al cigarro, Darren miraba con la barbilla alta, y mucha soberbia, por encima del hombro que se dice.
-Tengo el suficiente- dijo Adam seguro.
-¿Cómo lo sabes?- preguntó Darren
-Sé reconocer un buen trabajo y el mío será un buen trabajo- Respondió
-¿Cómo puedo saberlo?- Darren parecía estar examinado a Adam con estas preguntas.
-Leyendo, obviamente- concluyó Adam. Darren se levantó, fue hacía su escritorio y sacó unos papeles de su escritorio de madera.
-Me entregarás un capitulo por mes, si te saltas esto, estarás fuera de esta editorial, no quiero algo bueno, quiero un trabajo excelente, mañana vendrás a reunirte conmigo temprano, a las ocho de la mañana, ahora ven, tienes que firmar unos documentos-. Adam no se lo podía creer, iba a ser publicado, y por si fuera poco por la Booklyn, mandó mensajes, hizo llamadas, estaba eufórico de alegría.
Esa noche, en el Mesón de Denís.
-Y ¿quién es tu editor?, ¿Es majo?- preguntaba Fred, uno de los porteros del local, de esos tíos enormes y trajeados, bastante fuertes, Fred estaba ahora en su descanso.
-¿Majo? Ese tío tiene un tampón metido en hasta el fondo el culo, es un idiota, es de esos que se creen los dueños del mundo...- decía mientras se tomaba un chupito de tequila.
-Dale un puñetazo- decía Fred bromeando.
-No Fred, ese es tu trabajo, yo cómo mucho podría servirle una copa de vino- dijo Adam. Fred se despidió y se fué a la puerta, su media hora de descanso había acabado, un tipo llamaba al camarero. Era guapo, unos veinticuatro años, bastante alto, muy rubio y con ojos verdes, vestía con una chaqueta, pantalon vaquero y guantes de cuero, todas las prendas eran negras. Adam decidió acostarse con él esa noche.
-¿Qué desea el hombre de negro?- Preguntó Adam sonriendo.
-Coca-Cola- dijo el chico y empezo a buscar entre la gente del local a alguien. Adam volvió con un vaso de Coca-Cola y una botella de Whisky.
-Te invito a un chorro de esta lujosa poción en tu zumito de cola- le dijo Adam, el chico le miró serio.
-No, no quiero alcohol- le dijo y siguió buscando entre las cabezas del Mesón, Adam ya quitó la opción de que él chico de ojos verdes fuera gay, si no se había fijado en sus ojos azules... pero él ya se había acostado con muchos heteros antes, no sería algo nuevo.
- Y ¿Como te llamas ojitos verdes?- le dijo Adam coqueto.
-Mich- le dijo conciso.
-¿Eres de por aquí Mich?- preguntó acercándose a su cara.
-¡MICHAEL, ME.. ME HE PERDIDO JODER.. JODER MICHAEL ME HE PERDIDO, ES UNA MERDA!- decía otro tío, estaba borracho perdido y tenía un acento raro, era mas bajito y también iba de negro entero, tenía un gorro que le cubría todo el pelo.
-Se dice "Mierda" Dim, no "Merda", y cállate, este muchacho está intentando acostarse conmigo- dijo Mich igual de serio que las otras veces, miró a Adam y le dijo -Venga, continúa-. Adam se había quedado anonadado tras las palabras de Mich, no sabía que decir, si el local hubiera estado más iluminado se hubiera apreciado su rubor.
- Vale, no hace falta que hables, estaré fuera hasta que salgas, necesito algo de sexo, éstos días estoy muy tenso- dijo el tal Mich, después se encaminó hacía la salida con su amigo Dim detrás que iba haciendo zic-zac y se despedía a Adam con la mano y una sonrisa de oreja a oreja.
-Menudo capullo buenorro...- se dijo Adam.
Cuando ya estaban recogiendo se acercó Denís a Adam, iba con una comiseta roja que hacía que sus pechos parecieran sandías y unos baqueros muy ajustados rojos,  en el escote, su característica rosa roja.
-Adam, cariño, hay una buena noticia para el local, pero mala para ti- dijo mientras fumaba un puro, Adam suspiró.
-Es la zorra de Agatha ¿Verdad?- preguntó a Denís
-Así es, vuelve de Los Angeles.-
No eran noticias agradables para Adam, de eso no cabía de duda.
Salió del local, se iba a dirgir a su casa cuando vió una silueta al final de la calle, se le erizaron los pelos cuando vió que era el hombre de la gabardina y el maletín negro, cuando volvía a casa de estar en el M&R's con Mell, se estaba acercando a él, con un paso muy rápido, Adam quería plantarle cara y preguntarle que fué lo que pasó la otra vez, de pronto el tipo de la gabardina se paró en seco, se dió la vuelta y hecho a correr, como temiendo algo que hubiera visto, corría muy deprisa, ¿A qué temía aquel tío?.
-Antes no te contesté- le susurró una voz familiar por la espalda -No, no soy de por aqui- terminó, era el rubio de antes, Mich.

lunes, 17 de marzo de 2014

Cap.1-El Mesón de Denís.

Si la magia fuera un local, sería "El Mesón de Denís". Aquel lugar nunca había visto la luz del sol, pues las paredes de "El Mesón de Denís" no tenían ventanas. Era un local muy grande, con una amplia pista de baile rodeada de mesitas con sillones, una larga barra con taburetes de madera negra en un extremo, y lo mejor del local, un amplió,  exuberante, elegante y divino escenario se habría al fondo, su telón era rojo, como no, y sobre el danzaban y cantaban numeros llenos de lujuria, deseo, arte y pasión bailarinas con bastones. Estaba allí, en cualquier esquina de Manhattan, un pequeño letrero de neón al lado de una puerta lo suficientemente transitada, ni muchos ni pocos clientes.
-¿Qué tiene Denís con el rojo? No es normal que toda su ropa sea o negra o roja, sus complementos rojos, su local rojo, sus labios siempre pintados con ese rojo tan llamativo y por no hablar se esa rosa roja que lleva siempre metida en las...- de pronto, Edgar fué interrumpido por una rosa que le golpeó en la cara -Siempre llevo rosa roja en mis tetas porque el rojo es el color de la pasión, y no hay nada más morboso que las buenas tetas operadas en Nueva York de una vieja como yo, además yo creía que te gustaba Edgar, siempre estas mirandome las... rosas que llevo en el escote, y no cuentes tus penas a mis camareros, que los deprimes, y los camareros de un cabaret nunca se deprimen- Adam, el camarero al que Edgar hablaba, reía con su cigarro entre el índice y el corazón.
-Yo creía que el rojo era el color del amor, no de la pasión...- dijo Edgar tras un trago de su whisky.
-Es lo mismo Edgar, lo que pasa que tu mujer lo de la pasión pues... como que no- Decía Adam, el jovencito tras la barra.
-No Adam, no no no no, si el amor y la pasión fuera lo mismo yo estaría enamorada de mi abogado, mi casero, el joven que vive al lado mía, de mi amiga Candy, de aquel tio bueno que vino a traerme comida china a casa...- alguien tuvo que interrumpirla, si no jamás pararía -Denís, amor mío, pienso hacer el amor tanto como lo haces tú cuando tenga tu edad- Anotó Adam -Yo no hago el amor Adam, yo follo que es mejor- decía Denís mientras movia su culo de cincuenta y cuatro años a su despacho, llevaba un vestido rojo muy ceñido que le llegaba hasta los pies, Denís tenía un cuerpo muy definido para su edad, su pelo moreno era largo y el tinte no dejaba ver ni una cana, era toda un diva. Denís significaba mucho para Adam, el chico, a los dieciocho años dejó a su padre en Ohio y se fué solo y con pocos recursos a la gran ciudad, un día decidió entrar al local aquel que estaba un poco escondido y conoció a Denís, ella le dió trabajo y le enseñó y respetó todo lo que su padre nunca había hecho, de eso hacía ya dos años. Edgar, el cuarentón deprimido, seguía ahí, mirandole el culo a Denís mientras se iba y babeando como un caracol.
-Edgar, ¿Sabes qué nunca la tendrás no? Ella tiene a hombres que ni siquiera yo puedo conseguir, y eso he de admitir que es dificil- Dijo el joven Adam con su típica vanidad -Es una diosa... ¿A qué si?- balbuceaba Edgar -Ah... bueno... perdón, se me ha olvidado por un momento que eras... ya sabes- prosiguió, Adam le ayudó.
-¿Homosexual?,¿Gay?,¿Mariquita?, ¡¿MAAAAAAARICÓN?!- Dijo Adam riendose, a Adam le encantaba incomodar a la gente con ese tema.
-Simplemente...que te gustan los chicos...- dijo Edgar ruborizado -No me gustan los chicos, me gustan sus pollas, realmente los tíos todavía me dan igual...- dijo Adam, obviamente ese comportamiento lo había sacado de Denís, ella le enseño a quererse, Edgar se sentía muy violento y no sabía como escapar de la situación y solo se le ocurrió decir una cosa.
-Bueno, hoy el cabaret esta más lleno que otros sabados ¿Verdad?- dijo a Adam que apagaba su cigarro presionandolo contra la barra, seguidamente lo lanzó al suelo y dijo.
-Si... y hay mucho de lo que me gusta... pollas, penes...- Edgar no aguanto a lo que para él iba a ser una tercera grosería, por lo que cogió su Whisky y se fue a la mesa mas cercana al escenario que había libre, allí podria ver mejor a las esbeltas chicas que bailaban y cantaban apretadas por un llamativo corset, Adam no paraba de reir, disfrutaba mucho con la incomodidad que causa en las personas.
Ese día Adam había tenido algo más de trabajo a medida que acaba la noche, ya había conseguido al chico que le iba a satisfacer las siguientes horas, era un tipo guapo, de unos veinticinco años, alto, moreno, del mismo color de ojos que él, azules, un cuerpo fibrado, no demasiado fuerte pero estaba bien. Llegaron a el edificio en el que estaba el apartamento de Adam, no muy lejos de El Mesón de Denís.
Una vez arriba, en el pequeño pero acogedor apartamento de una sola habitación, un baño y un salón-cocina. Adam no recordaba el nombre del chico que le acompañaba, le solía pasar, de pronto su acompañante agarró fuertemente el pelo oscuro de Adam y le besó, "A este chico le va lo duro" pensó el joven camarero, se quito su uniforme negro, otro sabado más. Adam estuvo todo la noche soñando con un reloj plateado al que se le habían vuelto locas las agujas, no paraban de girar como locas, sin detenerse en ninguna hora, de un lado a otro. Adam siempre soñaba algo relacionado con las horas, minutos y segundos.
A la mañana siguiente Adam seguía acompañado, odiaba esos momentos en los que sus amantes del sabado no capataban el mensaje de "Ven, divierteme y fuera antes de que tenga que elegir entre alguna de las tantas mentiras que les digo a los tíos como tú". Adam sintió la mano de su juguete sexual acariciandole la espalda, luego se levantó y le susurró: -¿Qué hay para desayunar?- Adam se levantó con suma celeridad, se puso sus calzoncillos muy deprisa, unos pitillos blancos ajustados y una sudadera gris, una bufanda y una gabardina larga y negra, su look siempre había sido muy Neoyorquino, incluso antes de vivir en Nueva York.
-¡Venga, tienes que irte, voy a recoger a mi novio al aeropuerto, tiene que estar al llegar de eso que se fué a hacer con el ejército y no puede verte aquí! - dijó Adam copiando la escusa de hace dos semanas, el tipo se vistió con prisas, "Un militar me va a dar una paliza por acostarme con su novio, joder" se decía para si mismo, Adam le acompañó hasta el portal y allí salió fingiendo prisa calle abajo, al girar la esquina comprobó que no le seguía el chico y se dirigió a casa de Mellanie, su mejor amiga. La casa de Mell estaba algo lejos de la de Adam, pero aún así a Adam le gustaba ir caminando, le encantaba pasear por Manhattan, y más en invierno, cuando todo era gris y blanco. Cuando Mellanie abrió la puerta estaba en pijama, su pelo corto y rojo estaba albortado.
-¿Lo de el novio militar?- Pregunto Mell al ver allí a Adam un domingo por la mañana, ya lo había hecho antes.
-Si Mell, no és culpa mía,  ellos deberían saber que solo les quiero para un polvo, se creen que van a disfrutar de mi para siempre... ingenuos- decía Adam mientras pasaba al amplio piso de su amiga.
-Eres una maldita zorra Adam, y deja mis tortitas y hazte tu las tuyas, tienes la masa en el frigo- decía Mell mientras una tortita volaba por el aire desde la cocina hasta el sofá -Además, seguro que no es sano comer algo que haces que vuele con tu cabeza, a parte de zorra eres una bruja- le decía Mellanie, los poderes telequineticos de Adam no eran un secreto ni para Mell ni para Denís, el los tenia desde los siete años y siempre había sido demasido inteligente como para saber a quien contarselo y a quien no. Después de desayunar con Mellanie bajaron a pasear por Central Park, el parque en invierno era la segunda cosa más bonita que habia visto nunca, la primera era un lienzo de la sábana africana que había colgado en el salón de Denís. Mellanie era una gran amiga para Adam, la conoció en el cabaret de Denís (como a la mayoría de conocidos que tenía en Nueva York), tenía veintiún años, uno más que Adam, era tatuadora, tenía bastantes tatuajes en los brazos y pecho, tenía un estilo muy personal, solía ponerse baqueros rotos, o medias rotas con tacones altísimos o zapatillas con estampados florales o cosas metalicas en ellas, sus camisetas solían llevar plasmadas calaveras o tener cosas raras en ellas, Adam recordaba bastante una camiseta que estaba llena de erizos dibujados y otra con grandes letras en las que se leían "PUTA", era buena gente. Después de Central Park fueron a M&R's, un restaurante que solían frecuentar.
-Adam, tienes que admitir que acojonas un poco, entre esa uña negra y tus brujerías raras...- decía Mell mientras daba bocado a un gran filete, Adam tenia la uña del dedo indice totalmente negra de nacimiento, la gente solía creer que le dolía si le tocaban pero la uña era como las otras, crecía y era cortada como una uña normal.
-Tu si que das miedo hija... con esos pelos colorados y esas pintas que me llevas siempre, tu tiras para atrás solo con verte el zombie ese raro que tienes tatuado en el brazo, yo estoy solo por la calle y te veo, y o pienso que eres una lesbiana delincuente o que me vas a violar en la primera sombra que veas- Decía Adam.
-Cállate y come, culo escocido- le ordenaba Mell.
Tras la comida en el M&R's se fueron cada uno a su casa, Adam quería descansar un poco antes de entrar a trabajar a las ocho, a esa hora tenía que ir con los demas a recoger el local de como se había quedado el día anterior, luego abrían sobre las diez o diez y media, que ya estaban los primeros clientes. El camino de vuelta fué muy frío, el viento soplaba con fuerza, cuando esperaba en un semaforo en rojo vió detras suya a un hombre muy raro, iba con una gabardina que le hacia el cuerpo recto y sin forma, un maletín negro, un sombrero oscuro también, y miraba hacía abajo sin dejarse ver la cara, Adam cruzó el paso de cebra cuando el semáforo indicó que podía hacerlo, el hombre del maletín seguía detrás, avanzó un par de manzanas y el tipo no se despegaba de las espaldas de Adam, él sabía que le perseguía, estuvo un rato dando vueltas para confirmar que estaba siendo acechado, las sospechas eran ciertas, el hombre le perseguía, Adam no iba a acobardarse ante aquel extraño, se dió la vuelta en una de las calles y vió cómo el hombre se dirigía hacía él, no se había parado ni había hecho ningun movimiento, iba directo a Adam, el hombre era alto, iba con paso firme, se acercaba más, un poco más, ya estaba justo enfrente de Adam, este se disponía a preguntar si quería algo pero antes el hombre le cogió las manos a Adam, las miró, a Adam no le salían las palabras, estaba confuso, cuando el hombre vio la uña negra del chico, se largó por donde había venido, Adam se quedo ahí, como clavado en la acera de Nueva York, mirándose las manos, no estaba seguro de lo que acababa de ocurrir.